
Y volví el rostro y vi todas las injusticias que hay bajo la capa del cielo, y he aquí que había lágrimas en los que padecían injusticia sin que nadie los consolara, y los que cometían la injusticia eran demasiado poderosos. Y alabé a los muertos, porque habían muerto ya.
Alfred Döblin, Berlín Alexanderplatz
AFILANDO EL HACHA
I
Es el cuerpo
el que hoy domina,
el que acapara la vida
y la aplasta.
Repugnantes sensaciones,
cansancio,
agotamiento,
enfermedad.
¿Quién demonios lo sabe?
Adolorido desde sus bases
hasta su desolada cabeza,
en donde las ideas se achatan,
enmudecen, no cantan.
Tras las rocas
se desliza la niña rota
como negra arena
hacia el abismo.
II
Corazón enfermo
yaces sobre fuego
en la cumbre del dolor disperso,
tras los muros de tu casa
en donde escucho tu llanto
florecer al viento
entre circunferencias celestes
y rayones sicodélicos.
III
Dolor, bendito dolor
Cuanto te he invocado
Cuanto te he querido
reafirmación constante
de mi existencia,
diste vida a las palabras,
estimulaste mi voz,
te alzaste entre descomunales gritos,
otorgándole sentido al lenguaje
de mi linfa descompuesta,
de mis arterias obstruidas,
de mis tejados ruinosos,
de mis negros laberintos,
de mis espejos rotos.
IV
¿Dónde está la verdadera muerte?
Esa no existe…no existe…no existe
Siempre escucharé su voz, siempre.
No olvidé amigo mío afilar el hacha,
simplemente me cansé de hacerlo…
Una y otra vez….Una y otra vez….
Perdida, agazapada entre silencios.
V
La loba está pariendo versos
rojos, negros, blancos, verdes….
El dolor preparó el terreno,
regocíjate en tu sufrimiento
aúlla fuerte loba salvaje,
grito sagrado de la naturaleza.
Álzate como una reina,
bebe de la fuente
y desde el centro mismo
de un enorme círculo concéntrico
unos tras otro, pare a tus hijos
hasta desgarrar de tu matriz
las purpuras enredaderas.